Libros

Herber
4 min readApr 24, 2024

“De los diversos instrumentos del hombre, el más asombroso es, sin duda, el libro”

— Jorge Luis Borges

Some books

¿Qué harás el día de mañana? ¿Y el próximo fin de semana? ¿Tienes alguna meta para este año?

Contestando estas preguntas, cualquier otra persona empezaría a conocerte, pues siguiendo el rumbo de una conversación natural, inevitablemente tu oficio, pasatiempos y algunas motivaciones saldrían a colación.

Pero que pasaría si en lugar de que algún tercero, fueras tú mismo el que además se preguntara con toda la sinceridad del caso: ¿Por qué harás eso el día de mañana? ¿En qué momento decidiste que ese sería el plan? ¿Qué pasaría si no lo haces?

Conforme profundizamos en cada pregunta y variamos la escala de tiempo, de los planes para mañana, el fin de semana y hasta los próximos 10 años, cosas interesantes pueden pasar. Inevitablemente meditaremos en nuestros deseos y anhelos, eso que queremos y que esperamos nos llenará de alegría. También habrá ansiedad y estrés, por algún evento importante que podría o no llegar y nos obligará a tomar una decisión. Quizás en medio de la conversación con nosotros mismos, la idea de tener un propósito emergerá, ya sea que tengamos la dicha de haberlo establecido o encontrado desde hace un tiempo, bien que estemos analizando uno, o que simplemente no haya sido necesario considerarlo hasta el momento. Sea cual sea el escenario, durante el tiempo en que estas preguntas son discutidas en nuestro interior, nuestra propia voz hará eco en esa dimensión tan abstracta a la que llamamos conciencia.

Mientras tanto en el mundo real, para mañana será normal empezar otro día apagando la alarma del despertador y continuar con una rutina bien o mal planificada, haciendo lo que según nosotros deberíamos hacer, y sin pensar en ningún momento por qué lo hacemos. Después de todo este ya dicho mundo real viene con tantas deudas, obligaciones, problemas, planes y objetivos, ¿qué caso tiene sentarse 5 minutos a pensar en cosas abstractas?

Nuestras dos dimensiones, quienes somos en nuestra conciencia y quienes somos en el mundo material, colisionan en un simple concepto: las decisiones. ¿Qué somos pues, si no la suma de todas las decisiones que hemos podido tomar hasta la fecha?, pues cada una de ellas no es más que una mera acción, algo que pasa de nuestra mente al cerebro y por lo tanto se vuelve material.

El cerebro es un órgano excepcional, basta decir que hay muchas más conexiones neuronales en nuestro cráneo que estrellas en la Vía Láctea. Sabemos de forma clara que funciona con base en un inimaginable número de impulsos eléctricos y reacciones químicas, que tiene una estrecha relación con nuestro sistema digestivo y está en un ciclo de mutua influencia con nuestros sentidos. Pero de lo que no tenemos idea es de cuándo o dónde termina el cerebro y empieza la mente. ¿En qué momento los impulsos eléctricos se vuelven los recuerdos de nuestra infancia? ¿En qué punto los neurotransmisores se convierten en un corazón roto? ¿Será nuestra conciencia solamente el resultado de todas las interacciones cuánticas de cada átomo en nuestra cabeza? ¿Qué será en sí la vida?

Preguntas de las que seguramente no tendremos respuestas, pero que no son necesarias para que fascinen nuestra existencia sobre la faz de la tierra, ni tampoco una restricción para el establecimiento de una conexión de toda la humanidad a través del tiempo, algo al que llamamos el lenguaje y el conocimiento. Ese mecanismo que permite a la humanidad avanzar en el entendimiento de la realidad de forma gradual generación tras generación. Cuan distinta sería la historia sin los Principia Mathematica de Newton, la Crítica a la Razón pura de Kant o la Relatividad General de Einstein.

Si el conocimiento es capaz de moldear la humanidad completa, ¿Por qué no podría moldear nuestras vidas individuales? Podríamos aprovechar ese conocimiento para enriquecer nuestra mente y prepararla para la toma de decisiones que mejoren nuestra realidad material. Podemos partir del legado de Santiago Ramon y Cajal para entender cómo cuidar nuestro cerebro y la relación con nuestro organismo, incluso relacionarla con la teoria de la personalidad de Carl Jung para ayudarnos a entendernos a nosotros mismos. Con Fyodor Dostoevsky y Michel Foucault podríamos entender por qué las estructuras de poder actuales son tan peligrosas para nuestra propia existencia, y por que como individuos no deberíamos ser mas importantes que la sociedad. Con Séneca, Epicteto y Marco Aurelio podríamos conciliar la idea del inherente sufrimiento humano. Podríamos buscar una caricia al alma con la hermosa escritura de Jorge Luis Borges o fascinarnos con el conocimiento del universo de Kip Thorne y Stephen Hawking, o ambas cosas al leer Eureka de Edgar Allan Poe.

Los libros son capaces de moldear la mente de un programador obstinado y hacerlo mas empático, de sacarlo de la falacia de la meritocracia y conciliarlo con su introversión, de hacerlo fuerte y responsable de sus decisiones, de mostrarle el camino de la disciplina y el valor necesarios para la búsqueda de sus sueños. Y sobre todo, de saber en qué libro específicamente se debe validar que en efecto esos sueños son los adecuados.

Así que solo queda una última pregunta:

Si en algún estante o caja, en alguna parte del mundo, dentro de alguna pasta de cartón, papel o quizá cuero, en quien sabe qué número de página, alguna persona que seguramente jamás conocerás escribió algo que podría cambiarte la vida, ¿Qué harías por buscar ese párrafo?

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Herber

TypeScript programmer and software passionate. Working on a dream called R10C Technologies https://github.com/Herber230